Recuerdo que, buscando documentos para las clases sobre la España de la posguerra, la cual comenzó hace ahora nada menos que ochenta años, rescaté varias de las afirmaciones más machistas del conjunto de las dirigentes de la Sección Femenina, y que algunas destacaban por su misoginia, en boca de mujeres, algo que iba a llamar la atención al alumnado. Recuerdo al menos dos afirmaciones de Pilar Primo de Rivera: “Las mujeres nunca descubren nada: les falta desde luego el talante creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada más que interpretar mejor o peor lo que los hombres han hecho (Primer Consejo Nacional del Servicio Español de Magisterio, Madrid, Afrodisio Aguado, 1943); “Que el contacto con la política no os vaya a meter a vosotras en intrigas y habilidades impropias de las mujeres. Nosotras atendamos a lo nuestro y dejemos a los hombres, que son los llamados para que resuelvan todas las complicaciones que lleva en sí el gobierno de la Nación” (“Mensaje a las miembros de la Sección Femenina”, Medina 16-1-1944).
Pero también recuerdo haber explicado que casi todos los regímenes políticos, incluida la República Popular China, y casi todos los organismos oficiales evolucionan a causa de las distintas circunstancias, nacionales e internacionales, propias de las distintas coyunturas históricas y del tránsito de una a otra; de lo que se deduce la evolución de la Sección Femenina, aunque solo para atenuar o eliminar la misoginia y sustituirlo por machismo femenino, sin superar los cánones del catolicismo integrista, el antifeminismo y el nacionalismo españolista. Y también, y esto se muestra con detalle en el libro que nos ocupa, las dirigentes de la sección Femenina, Pilar Primo de Rivera, Justina Rodríguez de Viguri, María de la Mora, Carmen Rico, Clara Stauffer…, que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace, algo que queda perfectamente de manifiesto en el caso de esas mujeres, que se adueñaron del espacio que les había sido concedido, en un Partido único y en un Estado dictatorial, y lo fueron transformando en un bastión de influencia y de poder político. Asimismo, que el personal de este organismo realizó algunas labores positivas, sobre todo en la España rural y en los años de la posguerra, pero no exclusivamente, lo que no significa compartir la valoración progresista, presente en una minoría de estudios, de la labor para la, supuesta, mejora de las condiciones vitales de las mujeres y los niños. Claro está que las funciones que desempeñaba podría haberlas realizado otro organismo, y con unas directrices distintas; lo cual es como decir que en determinado tiempo y lugar de la segunda mitad del siglo XX era necesaria una organización para encuadrar, adoctrinar y enseñar labores propias de su sexo a las mujeres.
A partir de la revisión de la bibliografía disponible, de fuentes documentales ya conocidas y de otras inéditas, el objetivo del estudio de Barrera es revelar la forma en la que la SF trató de cumplir los fines para los que había sido creada, la formación integral de las mujeres españolas, y no solo de estas si atendemos a su proyección en varios países centroamericanos y sudamericanos, y, asimismo, mostrar los resultados, es decir, en qué modo su sistema de adoctrinamiento influyó en la vida de las mujeres. Respecto a estudios anteriores, los de María Teresa Gallego, Alicia Alted y Rosario Sánchez, entre otras autoras, pues de la SF se han ocupado sobre todo mujeres, el libro de Barrera realiza varias aportaciones al estudio de la citada organización nacida en el seno de Falange Española de las JONS, el partido fascista español. En primer lugar, cubre una amplia cronología, desde los años republicanos de la Falange Fundacional hasta 1977, ya que, como otros organismos del Movimiento (ex FET y de las JONS), la Sección Femenina sobrevivió a la muerte de Franco, para averiguar “en qué se sustanció la tutela legalmente ejercida por la Sección Femenina sobre las españolas”, revisando con este fin las estrategias educativas y el discurso sobre la feminidad “construido por la SF desde la atención a los procesos de creación y transformación de los significados” (p. 17); en estas páginas se hace privilegiando el estudio de los órganos centrales, aunque sin dejar de considerar las casuísticas locales. En segundo lugar, entrecruza varios enfoques, la teoría de género y la historia de las emociones. En tercer lugar, repasa con acierto una de las cuestiones más debatidas. Nos referimos a la contradicción existente entre el mensaje y la práctica de los mandos, entre el ideal femenino, o modelo oficial de mujer falangista, que la organización proponía para sus mandos nacionales y delegadas provinciales, a base de dedicación (nunca se decía que hicieran política, pese a que compitieron por el poder, no solo contra Auxilio de Invierno), sacrificio y soltería, y el modelo que debían abrazar el conjunto de las españolas en el Estado nacionalsindicalista o, simplemente, en la España del 18 de Julio o la España de Franco, conforme se fue hablando menos del Partido y más del Movimiento, y menos de nacionalsindicalismo y más de nacional catolicismo, en resumen, una suma de domesticidad y maternidad: madres, abnegadas, obedientes de sus maridos, dedicadas al cuidado de sus hijos y el hogar familiar.
Cabe destacar también la atención concedida a los mecanismos de formación y propaganda, como son las publicaciones periódicas, desde Y. Revista de la mujer nacionalsindicalista, Consigna, Medina y la revista infantil Bazar, a los boletines de ámbito provincial, los manuales escolares salidos de la editorial Almena y otras, los programas de radio, los proyectos cinematográficos, las concentraciones multitudinarias y el significado de los escenarios de la organización (El Escorial, Medina del Campo, Castillo de la Mota), todos los cuales aportan, junto con los productos para medios externos (NO-DO, radios y Televisión Española), el conocimiento de los contenidos y de las competencias de la SF; la organización para las mujeres, sujeto propiciador del pecado, como decía la iglesia, motivo por el cual el sistema político franquista se aplicaba a domesticarlas, mucho más que a los hombres, a no ser que estos se metieran en política, aunque no era en todo femenina, al menos si atendemos, no solo a que las dirigentes actuaron en ocasiones como si fueran hombres, sino también a los himnos que fueron parte consustancial de sus actos políticos, al menos en los primeros años, casi siempre el Himno Nacional, el de Falange, el Cara al sol, el de la Comunión Tradicionalista, el Oriamendi, y el de la Legión, Canción del Legionario. Asimismo, son motivo de reflexión las páginas dedicadas a la vinculación entre las falangistas dedicadas a tareas de propaganda y sus homónimos en los organismos estatales, así como las dedicadas al funcionamiento de la SF a nivel nacional, provincial y local, y al perfil profesional de las personas encargadas. Y merecen destacarse, desde luego, las páginas dedicadas a la dimensión social de la historia cultural, a cómo influyeron los cambios culturales, en parte venidos del exterior, pero no exclusivamente, en las mujeres españolas y en la revisión del proyecto de formación de las españolas. Una revisión muy tenue, ajena a temas como la igualdad de géneros, la sexualidad, por ejemplo, el derecho de la mujer al placer sexual, el divorcio, la reproducción asistida y otros.
Quien haya leído Usos amorosos de la posguerra española (Carmen Martín Gaite, 1987), encontrará bastantes cuestiones relacionadas en los epígrafes titulados “Hacia el control de las pasiones” y “Experimentar y expresar las emociones”, y se reiterará en la idea de que la Sección Femenina era parte de un todo, nacional católico, con especial dedicación al control y dominio de las mujeres por los hombres, y que lo fue durante un largo recorrido, no solo en los llamados años de la posguerra (1939-1952, los del racionamiento): el control de los nervios femeninos fue una prioridad de la psiquiatría española afín al régimen, y por eso se ocupó de la, en palabras de Vallejo Nágera, “crisis biológicas de la mujer”. Eso sí, en las publicaciones de la SF se decía de forma más suave: “¿Por qué no tratas de dominar tus nervios? Con un poco de voluntad es muy fácil conseguirlo: ensáyalo y verás cuánto más cómodo es vivir sin discusiones”, dicho en uno de los consultorios de las publicaciones de la organización; y otro consejo: “a la mujer de otros siglos pudo decirle el poeta: llora, mujer, y vencerás. A la mujer culta de nuestros días, basta aconsejarle: ama, mujer, que amando vences”; téngase en cuenta que la expresión “mujer culta” es inhabitual en las páginas de la SF. No hay duda de que la evolución de la sociedad española durante las décadas de 1950 y 1960 significó cambios sociales, que beneficiaron mucho más a los hombres que a las mujeres. No obstante, tardíamente fueron siendo eliminados algunos de los lastres machistas, la prohibición de acceder a determinadas profesiones, la obligación de contar con el permiso paternal o marital para acceder a un empleo y viajar al extranjero, pero no el control por el marido de los recursos económicos de la pareja, aunque cierto dinero hubiera sido heredado por ella de su tía Maruja. Estas cuestiones no aparecen en el libro, pues la SF no se ocupó de las mismas. No obstante, aunque la SF no trabajó en pro de las transformaciones legales y sociales necesarias para la igualdad de género, la organización no tuvo una línea de conducta absolutamente homogénea y unos pocos cuadros intermedios de la organización intervinieron, desde fuera, en favor de un reconocimiento jurídico más justo, ya en los años sesenta, como se nos muestra en algunas páginas del libro.
Esas reformistas no tuvieron éxito alguno. Si la situación de la mujer mejoró en España en el terreno legal y en el de la integración social, para ser personas normales, no fue gracias a la SF, sino a medidas introducidas por el Gobierno de la nación, que redujeron las competencias de la SF y situaron a las niñas y jóvenes ante una nueva situación escolar. Lo fundamental fue la aplicación de la Ley de Educación de 1970. Mientras que las falangistas “habían hecho de la educación diferenciada su principal baza para la elaboración de textos dirigidos a las niñas”, el citado cambio legislativo estableció la obligatoriedad de la escolarización hasta los catorce años para niños y niñas, “así como la escolarización mixta y el currículum único, lo que obligaba a que la totalidad del alumnado compartiera profesorado y espacios escolares”, imponiendo a las alumnas contenidos diseñados para los niños. Es decir, la imposición de un currículo común supuso el fin de uno de los principales cotos de poder de la SF (p. 197). Claro que aquello sucedió casi treinta y cinco años después del nacimiento del franquismo en la zona nacional de la guerra civil, tras varios años de crecimiento económico, urbanización, industrialización, fortísimo desarrollo del turismo y auge de las series norteamericanas en la televisión.
Una parte del personal político del régimen de Franco, lógicamente las generaciones jóvenes en mayor medida, había evolucionado. Porque lo habían hecho las familias pudientes y de clase media que habían vivido a gusto con la dictadura. La SF había perdido la batalla a finales de los años sesenta, gracias al aperturismo cultural propiciado desde dentro, para ir de la mano de la sociedad que no se metía en política. ¿Cómo se entiende sino el cambio de los hábitos y formas de vestir, y de desvestirse, en las playas españolas, de lo que han dejado testimonio los archivos de televisión y las fotografías familiares, incluidas las de esposas e hijas de las familias acomodadas, y las de funcionarios, civiles y militares? Simplemente, cada vez eran menos los que pensaban que el bikini era antipatriótico, para ser motivo de conversaciones, y de envidias. Una sociedad más normal, más actual. Entonces, a comienzos de los setenta, la programación televisiva había cambiado, y estaba a punto de llegar Un, dos, tres, responda otra vez, con sus azafatas minifalderas. Sucedió entonces que las cartas de protesta recibidas por los directivos de RTVE, de obispos y dirigentes de la SF, fueron a la papelera.
Begoña Barrera
La Sección Femenina 1934-1977. Historia de una tutela emocional
Madrid, Alianza Editorial, 2019, 546 pp.
ISBN 978-84-9181-706-2