Philippe Sollers y su mujer Julia Kristeva
El pasado cinco de mayo fallecía a los 87 años, en París, el escritor francés Philippe Sollers, que fue de un lado hacia otro sin despeinarse demasiado e intentó conjugar sus idas y vueltas como una defensa de la libertad bien entendida. Ahí es nada pasar por el gaullismo, el marxismo, el maoísmo, mayo del 68, el situacionismo, la defensa del libertinaje, el catolicismo… Por eso leer a Sollers es también una forma de vacunarnos en contra de los entusiasmos propios del momento, el pecado original de toda vida que se basa en un exceso vital o en el romanticismo de viejo o nuevo cuño. Porque detrás de su máscara de hombre de mundo algo cínico, Sollers no dejaba de ser un romántico. Un romanticismo adaptado a su tiempo, mediático, narcisista, pero romántico, al fin y al cabo.
Cuando no estaba en Venecia o la Isla de Re no era raro verlo en la tarde parisina sentado en la Closerie de las Lilas sujetando con su anillada mano izquierda un whisky, y el puro en la otra haciendo reír a un grupo de amigos y conocidos. Nacido en 1936, fue siempre un provocador lúcido, pero lo que importa a sus lectores es que también fue un buen escritor. Era editor en la editorial Gallimard lo cual siempre le dio cierta ventaja en el panorama literario francés y, a veces, cometer errores garrafales, como recharar a Amelie Nothomb.
Su presencia en los medios de comunicación franceses, sobretodo en tertulias televisivas le dieron desde comienzos de los años noventa una pátina de bufón de corte, presto a soltar el comentario sarcástico e inteligente. Detrás de esta imagen existía otra que pasaba más desapercibida, en la que estaba su trabajo literario. A pesar de su gusto en ser un escritor “público” no aceptó ser elegido miembro de la Academia Francesa. Sabía que la supuesta inmortalidad literaria no dependía de ser o no académico.

Philippe Sollers
¿Qué le importaba de verdad a Sollers en sus libros y fuera de ellos? Las mujeres. Para él, el sexo opuesto, que no tenía nada de débil sino todo lo contrario, es lo que permite entender de verdad la historia oculta. Según cumplió años, Sollers dejó atrás las seducciones políticas, replegó velas en sus veleidades maoístas, y atracó en un puerto donde la figura femenina era, entre otras cosas, energía, carácter y erotismo.
En 1983 aparece su novela Mujeres, publicada dos años después en España por la editorial Lumen, que implica una ruptura con el experimentalismo de los años sesenta, del que Sollers, como director de la revista Tel Quel fue uno de sus representantes más destacados. Atrás quedaban libros como Drames (Seuil, 1965) y Nombres (Seuil, 1968Lo), Lois (Seuil, 1972), H (Seuil, 1973) o Paradis (Seuil, 1981).
Lo que sigue vigente de su anterior etapa es su concepción de la novela como un espacio conflictivo que sirve para criticar los significados establecidos. No se trata de que nos cuenten historias, «sino de abrir los ojos, arriesgándonos a cegarnos con la conciencia”. Sollers pretende atacar el realismo partiendo de él mediante la ruptura con las normas vigentes. Formalmente, se vale de las técnicas celinianas de los puntos suspensivos sin obtener el mismo efecto. En la narración se vale de unos protagonistas que ejercen y defienden el libertinaje. Una herramienta útil para creer que la persona es un ser libre capaz de eludir cualquier control. Un libertinaje acorde a las nuevas costumbres amorosas posteriores a los años sesenta.

Philippe Sollers y Julia Kristeva
En la novela, un periodista americano que vive en París, del que es amigo el transcriptor -el diálogo entre ellos constituye el eje de la narración-, nos habla de mujeres. Muy distintas entre si, libres hasta cierto punto, y contradictorias. Sollers apuesta por la individualidad de cada uno, sea hombre o mujer. Una individualidad que la sociedad consumista pretende eliminar para convertir a todos a la nueva ideología del mercado.
Mujeres fue acusada en Francia de misógina. Desde luego no es una novela feminista y en las mujeres que protagonizan la novela hay de todo. Pero lo que importa es la cruzada libertina que emprenden en contra de un ideal femenino alienante. Sollers reincide en el 2013 en el mundo femenino con Portrait des femmes.
Pero aquí no tenemos una novela ni un ensayo, sino una serie de retratos de las mujeres que marcaron la vida del narcisista Sollers, mujeres libertinas, disidentes, algunas de las cuales ya aparecían en la anterior Mujeres. Sólo que ahora conocemos sus nombre reales. La forma literaria es narrativa, pero la provocación persiste. Tenemos a Eugenia (Flora en Femmes), una anarquista española con la que Sollers tuvo una relación de joven. O Dominique Rolin, la escritora belga con la que el autor mantuvo una relación semiclandestina durante cincuenta años. Y, claro está, su mujer, la escritora, filóloga y psicoanalista, Julia Kristeva (Deb in Femmes). Así como también protagonistas de otras novelas, prostitutas de los burdeles de París que ha frecuentado…. Porque como él mismo escribe en esta novela, estas mujeres han vivido situaciones difíciles, luchado contra un montón de prejuicios, y con las que está en deuda porque le enseñaron mucho y libraron de bastantes pesadumbres vitales. Para Sollers, los hombres carecen de interés. Lo importante, lo decisivo, fueron las mujeres.
Las dos últimas obras de Sollers publicadas en España son el ensayo Del matrimonio como una de las bellas artes escrito junto a su mujer Julia Kristeva (Interzona, 2017) y una biografía novelada, Vivant Denon (Fórcola, 2012).
Excelente artículo, Luis. Gran abrazo!
Gracias, otro abrazo de vuelta