Dibujo de Xulio Formoso

 

Este libro parte de un encargo que Julián Rodríguez, director de Periférica, poco antes de morir le hizo  a Constantino Bértolo ( Lugo, 1946), conocido crítico literario en diversos medios pero que conoció cierta relevancia cuando comenzó a publicar en el suplemento cultural del diario El País que por aquel entonces dirigía Alejandro Gándara, tiempos aquellos en que hizo fortuna la frase “los 150 novelistas de Carmen Romero” refiriéndose a esa generación de escritores, el caso específico fue Luís Landero, que fueron promocionados cuando el primer gobierno de Felipe González con el concurso de PRISA y editoriales afines, cuando no propiedad del grupo, y que venía a ser el trasunto en la novela de la promoción de la Movida madrileña fuera de nuestras fronteras en un momento en que ese Gobierno tenía que ofrecer la imagen de un país joven, moderno y renovado y hubo que quitarse de encima no sólo dos espinas que no les valían en ese contexto de renovación, la vieja literatura surgida de la posguerra, en las figuras de Camilo José Cela, Miguel Delibes o Gonzalo Torrente Ballester, algunos venidos de la literatura falangista de posguerra y los nombres asociados a la literatura socialrrealista, caso de Antonio Ferres, adscritos a la corriente estética dominante en el Partido Comunista de España (PCE), sino también la de los republicanos, Max Aub, Ramón J. Sender, Manuel Andújar…, a los que les sucedió lo que al viejo PSOE de Llopis.

La nueva España tenía que dar una imagen renovada y esa imagen, el contexto internacional era propicio, se hizo con fortuna y cierta inteligencia, abriendo las puertas a escritores gallegos, vascos y catalanes que escribían desde sus lugares de origen, y de ahí surgieron nombres que ahora nos parecen inflados, sobrevalorados, producto de una propaganda programada. En realidad la cosa fue más espontánea e improvisada que lo que nos gustaría pensar ahora,en pleno auge de las teorías conspiratorias, pero lo cierto es que aquella frase hizo fortuna y ayudó a definir un fenómeno, el de la novela de adscripción a unos valores de la socialdemocracia del momento que aún no ha sido estudiada y que redactada en términos exclusivamente sociológicos no tenga en cuenta la calidad intrínseca de los textos literarios, que eso es otro cantar.

Pues bien, en aquellos años, Constantino Bértolo ayudó a desbrozar tamaña selva crecida al buen tuntún y donde había que distinguir la ganga de la mena so perna de caer en un maremagnum que no llevaba a parte alguna. Y aquí hay que entender su labor como editor en Debate y posteriormente en Caballo de Troya donde ayudó a publicar a jóvenes escritores de los que algunos son figuras más o menos relevantes en el mundillo literario español de hoy día.

Bértolo fue hombre educado con Blanco Aguinaga y adscrito a esa sensibilidad muy de la Escuela de Frankfurt que quiere ver en el crítico literario un guardián de ciertas esencias irreductibles, eso sí, sujetas al cambio surgido de discusiones dialécticas probadas, lo que en otros tiempos sería campo abonado para una discusión sobre la ideología en la cultura pero que vista la inanidad de todo esto en la hora actual tamaña actitud se nos muestra preciosa.

 

Constantino Bértolo

 

Pues bien, gracias a ese encargo, tenemos de nuevo a Bértolo en liza y nada menos que con 55 títulos escogidos por él y que viene a ser un repaso crítico por la literatura española que debería restar como significativa de todo el siglo XX. Para ello Bértolo ha esbozado una suerte de temario histórico que aunado al específicamente literario,el de España como problema, el mundo rural, proletariado y revolución, feminismo, el poder de la Iglesia, la Guerra Civil, la posguerra, la resistencia antifranquista, la cultura de la Transición y el fin del espejismo, nos ofrece una interesante, inteligente y necesaria lista de lo imprescindible de la literatura española del siglo, tanto en ensayo, poesía o novela y que, desde luego, como toda lista, no logrará el nihil obstat de todos, en primer lugar de mí mismo que noto la ausencia de Miguel Espinosa, pero que, como es obvio, es una lista hecha por él y no por mí. Hasta ahí llego.

Bértolo comienza con La voluntad, de Azorín, continúa con Aurora Roja, de Baroja, ( ay, La Busca) y Campos de Castilla, de Antonio Machado para meterse enseguida en materia con Cara de Plata, de Valle Inclán  (ay, El Ruedo Ibérico), seguir con Ortega y La deshumanización del arte, texto capital y el Lorca de Poeta en Nueva York para inmiscuirse ya en la Guerra Civil, donde rescata dos textos de literatura fascista, Eugenio o la proclamación de la primavera, de Rafael García Serrano, de la que dice con extremada sutileza que “es una novela cursi  escrita con la pretensión de enamorar a la belleza” y Leoncio Pancorbo, de José María Alfaro, donde leemos “ Ahora que tanto se habla de fascistas es bueno ver, leer,conocer y confirmar que el fascismo es, además de un gesto de violencia, una cultura, una semántica, un destino”

Y claro, Viaje a la Alcarria, no La colmena, El Jarama, La mina, Nuevas amistades, Tiempo de silencio, libros previsibles por imprescindibles trufado con títulos que sorprenderán a los menos avisados,como Los enanos, de Concha Alós, y seguido de los libros canónicos, La reivindicación del Conde don Julián, La verdad sobre el caso Savolta, Largo noviembre de Madrid o Herrumbrosas lanzas hasta llegar a libros más recientes donde no se nos escapa la nobleza de acordarse de  amigos, de los que menos que se puede decir es que no están colados de matute, Rafael Chirbes, Belén Gopegui, Luís Magrinyá… el libro finaliza recomendando Cultivos, de Julián Rodríguez. Es lo menos.

Un libro del que doy cuenta aquí con la esperanza de que genere polémica, que es lo menos que se puede esperar de un libro inteligente. Me temo lo peor. Malos tiempos…

Pero podemos empezar nosotros mismos:

Como  sé del lado “cogollito” al modo del clan de los Verdurin que posee a Bértolo, esta lista me sugiere cierta provocación de corto alcance: lo de colocar a Belén Gopegui y no La saga fuga, de Torrente Ballester tiene un pase por aquello del amor, pero presentar a Valle Inclán con Cara de Plata y no con El ruedo Ibérico o Luces de Bohemia, en fin; a Baroja sin citar La busca; a Camilo José Cela sin La colmena; no citar a Josep Pla o a Álvaro Cunqueiro o La catedral y el niño, de Blanco Amor, probablemente la mejor novela iniciática española del siglo y eso por no hablar de escritores en lengua gallega o catalana de más enjundia que los autores de Recuento o Días de llamas, ¿por qué Luís Goytisolo y no Pere Calders o Vicente Risco, sin ir más lejos y citar  Así se fundó Carnaby Street, será supongo que por hacer un hueco a la cultura pop, y no Yo maté a Kennedy? Y así, así, así… hasta llegar al final, que considero apoteósico.

El problema no es que alguien haga una lista de preferidos, lo hacemos todos nosotros  todos los días  sino que se nos intente colar de matute una ristra de gustos personales por pretensiones de canon.

Esperaba algo más del ángel guardián que siempre quiso ser.

Ya digo. Madame Verdurin…

 

 

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