El pasado año 2019 fue sobresaliente para la literatura de Peyrou: se publicó Posibilidades en la sombra (Pre-Textos) –considerado por el diario El Mundo el mejor libro de poemas del año– y también su última novela, Los nombres de las cosas (Sexto Piso), –finalista de la 41.ª edición del Premio Tigre Juan de Narrativa–. 2020 no debería serlo menos, a pesar de las circunstancias, ya que en este tiempo ha llegado Tensión y sentido, un nuevo libro que nada tiene que ver formalmente con los anteriores, pero que confirma un latido común: el ascendente poético y de pensamiento que mueve todos los libros del autor, más allá del género.

En este caso, el volumen es una introducción a la poesía contemporánea desde una perspectiva didáctica, accesible sin perder por ello ni un ápice de rigor u hondura. Reanudando un tono que ya conocíamos pero que aquí está puesto al servicio de otro objetivo, Peyrou se desmarca en la nota preliminar y comenta que no es un erudito ni tiene una teoría: «Lo que hay aquí no son las conclusiones de un pensador, sino las reflexiones y notas de alguien que se dedica a la poesía desde la práctica; una tentativa de abordar los problemas que surgen a la hora de leer y de escribir (…). Lo que importa aquí no es la teoría, sino los poemas, lo que los poemas nos hacen, cómo leerlos». El perfil de estas ideas surge, según añade, del estimulante encuentro y confrontación de las mismas en los talleres de escritura que imparte desde hace años.

Y es ese carácter entre lo instructivo, el extrañamiento y el talento para intuición poética el que remata el tono de Tensión y sentido: organizado en siete partes, en cada una de ellas su no-teoría se expone en breves entregas que nos permiten avanzar. La apertura del sentido, la imagen y el símbolo, la yuxtaposición, la ironía y lo prosaico, la repetición, la debilidad temática. Certezas cercanas al destello, análisis de poemas y un fructífero diálogo con las impresiones de otros autores. Todo esto nos hace imaginar a Peyrou al frente de una excursión, frenando el paso en los recodos para mirar atrás y comprobar si le seguimos.

La clave del título se resuelve sin misterio en las primeras páginas. Afirma el autor que el lenguaje de un poema «no funciona (…) como el lenguaje de la vida cotidiana: parece que no dice nada o que dice más de lo que dice. Esto genera tensión en el lector, y esta tensión es parte del sentido de la obra: el texto se abre para que entremos a vivir nuestra experiencia, a poner en movimiento esas palabras, cada uno a su manera». Por eso, precisamente, la complicidad del lector es fundamental. Un poema necesita que el lector/a se involucre tanto como el autor/a, porque la experiencia estética puede ser (y es de hecho, en los mejores casos) igual de intensa para ambos. Lo explica así: «Daniel Samoilovich dijo en una ocasión que, si uno quiere escribir poesía, debe estar dispuesto a dedicarle al menos media vida. A partir de esta idea, creo que no es impertinente ni inmodesto proponer que el lector, por su parte, asuma que para poder disfrutar de obras con cierto grado de complejidad (…) tiene que dejar de lado ciertos prejuicios, abrirse a lo desconocido, invertir algo de tiempo y confiar en lo que no entiende racionalmente. No me parece que haya que tratar de acercar la poesía al público haciéndola más simple y degustable, sino acercar el público a la poesía, con toda su complejidad. Ése es el principal objetivo de este libro». Para poder leer, uno debe abrirse al texto, no solamente al revés.

 

Mariano Peyrou

 

Esta especie de elogio de la complejidad y su disfrute está respaldado por las palabras de George Chapman, que en 1595 defendió de este modo la falta de inteligibilidad inmediata: «La poesía, a diferencia de la oratoria, no debería aspirar a la claridad». El lenguaje actúa en los poemas de un modo diferente, que le exige al lector cambiar la posición habitual de su participación en los textos. Esto le permite ser ligeramente otro, abrir espacios diferentes de emoción y sentido. Aquí está la invitación constante del libro: renunciar al domesticado reflejo interpretativo que surge siempre que leemos.

Algunos placeres inesperados de Tensión y sentido son la justificada relación que se establece entre la poesía y la música, o la antología que surge de los ejemplos: decenas de poemas que, en los casos necesarios, el propio Peyrou traslada al castellano en otra de sus labores más destacables, la de traductor. Así, leemos y desentrañamos textos de Shakespeare, Goethe, Pushkin, Varela, Duchamp, Williams, Szymborska, Góngora, García Valdés, Dickinson… y muchísimos más.

El carácter didáctico se muestra más claramente cuando Peyrou expone cuestiones básicas –como la diferencia entre significante y significado (Saussure) o los seis tipos de funciones del lenguaje (Jakobson)–, y también en el tono de las inteligentísimas notas a pie de página, que hacen sonreír en muchas ocasiones ante la complicidad que brinda y la apertura de un espacio de conocimiento y destreza literaria impagable en una sencilla lectura, algo más propio de lo mejor que puede ocurrir en un aula. Igual que ocurre con un poema, lo que importa es lo que este libro nos hace: saber, y ejercitar así un disfrute más completo de la buena poesía contemporánea.

 

 

 

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