Martin Amis. Foto de Neil Drabble

 

Martin Amis falleció el pasado mayo a los 73 años en su casa de Florida. Cuando muere un escritor lo mejor que se puede hacer es leer algún libro suyo y eso es lo que hice con “Desde dentro”, una «autobiografía novelada», o sea un mix de realidad y ficción, o si se prefiere unas memorias noveladas, un ensayo en el que recupera materiales que tenía en dique seco. Semejante pastiche se puede pensar que es un producto caducado. No es así. La marca de la casa mantiene el tipo y sabe construir un glorioso artefacto literario donde repasa episodios de su vida, nos habla de Phoebe Phelps, el cruce de las muchas mujeres que ha conocido, pero caricaturizadas, incluso extremas en sus medidas y ridículas.  

Tenemos también otros retratos íntimos y geopolítica. No faltan consejos de escritura. Y muchas conversaciones aliñadas con Historia, cotilleos, el oficio de escribir, el antisemitismo…. Para luego centrarse en tres escritores amigos suyos: el poeta Larkin, el novelista Saul Bellow y el ensayista Christopher Hitchens.

Aquellos tipos hacían arte de sus rencores, resentimientos y prejuicios, ninguno mejor que Larkin, el difícil amigo del padre de Amis desde sus tiempos de estudiante en Oxford. Larkin, que detestaba a los niños y no tenía hijos, fue una presencia espectral en la infancia de Martin y el tema de algunas de sus críticas de madurez más profundas y productivas.

 

Martin Amis y su padre, Kingsley Amis.

 

Larkin es su precursor fundamental e incluso sugiere  que también podría haber sido su verdadero padre. Así lo afirma Phoebe Phelps, amante de Martin a finales de los años setenta, quien le cuenta a Martin, muchos años después, que se lo oyó decir al propio papá Kingsley, cuando intentaba que se acostara con él.

Larkin, un soltero sombrío con una vida romántica desdichada, un provinciano orgulloso decididamente no limpio de prejuicios, fue un gran poeta del amor. Sus valoraciones más mezquinas de la condición humana admiten un atisbo de afecto, que a veces transforma en una serie de resplandores.

Escritores que envejecen y cuyo talento erosiona el paso del tiempo cuando no la salud. Problemas de oído,  Alzheimer.. nada que ver con los comienzos. En el caso de Amis nos habla de la caótica y permisiva casa suya cuando era un niño de cinco años. Después la universidad, el éxito con la primera novela Los papeles de Raquel,  a los 24 años, editor literario en The New Statesman, y amistades del calibre de Ian McEwan, Ian Hamilton y Julian Barnes.

 

Martín Amis y familia

 

Nos habla también de la obra de Bellow ante la que se inclina por su maestría y grandeza, mientras Amis nos cuenta sueños, fantasías sexuales y meditaciones. Nos desconcierta, pero no izamos bandera blanca. Hacemos bien. Las secciones sobre Bellow y Larkin, sobre los que ha escrito exhaustivamente, son muy buenas. Hay escenas de la desorientación de sus últimos días de Bellow viendo «Piratas del Caribe». Nadie está libre de pecado.

Es en Hitchens donde Amis pasa a un nuevo registro y nos enseña una profundidad de sentimientos con una sencillez de lenguaje. Se maravilla ante la capacidad de su amigo para enfrentarse a la muerte con valentía.

La mirada de Amis se dirige también hacia atrás, los colegas de su padre escritor -Philip Larkin, Iris Murdoch, John Bayley, Robert Conquest- y la rama norteamericana que le estimula a superarlos: John Updike, Philip Roth, Joseph Heller , Vladimir Nabokov y Saul Bellow.

Amis acepta su condición de subalterno, admirador, y a veces un punto rebelde. No modesto o tímido. Es también precoz, descarado, mordaz. Golpea a sus ídolos incluso cuando eran amigos suyos. Su disculpa es que él deseaba ver más lejos.

En Desde dentro vemos los lapsus de Amis, sus puntos ciegos y sus errores, su humor cruel y punzante; copas y cigarrillos, su buen humor. Y, sobre todo, vemos al gran escritor. Una pena que se haya ido tan pronto.

 

 

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