Hay algo
característico de Sandra Ávila que, imagino, es como la marca de la casa
y que podemos resumir en su tenacidad y un espíritu curioso que hace de ella
una excelente navegadora por las redes sociales. Sí, porque Sandra forma parte
de esta nueva raza que bucea sin pausa por internet de un lado a otro del planeta tierra en busca de algo que despierte su interés que, en su caso, se resume en
su afición por lo literario, tanto en su faceta de lectora como de autora.

Y en esta
última actividad la traemos a colación, pues la próxima semana aparece
publicado su libro de cuentos Sofocados, acciones consecutivas (Masmédula
ediciones)
, que viene a confirmar su valía. Se trata de una
selección de cuentos cortos, incluso minirrelatos en algún caso, que son
escenas cotidianas de gente que se mueve en la periferia de un centro inalcanzable. Todo ello envuelto con una fina
crueldad mezclada de ironía y ternura, otra marca de la casa.
Sus
personajes son gente desposeída, no tanto de lo material, como de cualquier
deseo. Por eso nos dejan un regusto amargo aunque sus
finales abiertos nos permiten soñar en un posible cambio en su destino, lo
mismo que podemos resultar agraciados con un billete de lotería que nunca hemos
comprado.
Pero más allá
de su faceta literaria, también está la Sandra que descubre a otros correligionarios en los lugares más apartados del mundo y que están dispuestos, como ella, a
emprender una cruzada por hacerse escuchar y enseñar que un nuevo mundo ha
nacido, aunque de momento habita a ras de suelo.
Por eso yo me
atrevería a decir que cualquiera que se mueve en las redes sociales en español
conoce a Sandra o ha oído hablar de ella, pues nadie como esta joven escritora
argentina para husmear en todas las esquinas de internet en busca de cómplices
en ese lugar donde nacen tantas cosas y proyectos.
Así fue como
nos conocimos virtualmente hace cuatro años. De esa casualidad nació
una colaboración puntual que Sandra ha llevado hacia delante y hecho suya en
nuestro blog, para el que busca y rebusca en ese armario infinito que es la red con el fin de traernos alguna sorpresa, bien suya o de otros
conocidos y desconocidos. Pues Sandra, espíritu generoso donde los haya,
siempre está dispuesta a ejercer de megáfono del que tiene algo que contar. Y
eso es lo que hacemos hoy con ella. Cederle la voz e invitar a nuestros
lectores a que lean sus cuentos, algunos de los cuales se han publicado en este
blog y en el suyo.
Sandra Ávila
Sandra Raquel
Ávila

(Buenos Aires, 1980) comenzó a escribir cuentos y poesías en 1998. Sus primeros
relatos cortos se publicaron en diversas antologías, tanto nacionales como
internacionales. En 2010 ganó el Premio Valentín por Carta de amor
y desde ese mismo año integra el blog español «Libros,
nocturnidad y alevosía»
. Ha publicado Cuentos Urbanos, Alma
Desnuda
, Limbo y Esto no es el fin del mundo…
pero es un caos
pero mejor que responda ella a nuestras preguntas. 

Leyendo tus
cuentos da la impresión de que las ideas te surgen con facilidad. ¿Es un
proceso espontáneo o preparas mucho lo que vas a escribir?
Algunos
relatos han surgido en el taller de letras. «Entre comillas»,
«Vidas de terrazas», «Viaje en bondi», por ejemplo, fueron
cuentos que escribí como tarea; el primero fue sentada en el banco de una plaza
de allí. Me ubiqué mentalmente desde el balcón de una casona vieja y narré
varias de las acciones que observé meticulosamente, anoté un par de oraciones
sueltas que luego hilvané y terminé. En la corrección medio cuento desapareció
y solo dejé las oraciones que tenían más fuerza. «Viaje en bondi» lo
escribí después que mi profesora nos leyó un cuento del escritor chileno Luis
Sepúlveda
que hablaba de colectivos. No me cuesta más que sentarme.

¿Reflejan
experiencias vividas por ti? ¿Piensas si funcionará o
empiezas a escribirlo sin hacerte muchas preguntas?
Muchas
acciones se ven a menudo en la calle donde hay amontonamiento de gente; las
reuniones familiares y los eventos sociales a veces pueden servir de gran
inspiración a partir de una sola acción porque puede ser el disparador de una
descabellada historia. Todo sirve para la composición de mis personajes: un gesto,
una mueca, una seña particular, un tatuaje; después viene la exageración y el
ensamblaje, el léxico y el ambiente en el que se rodea un personaje servirá
para nutrir una futura quimera.

Ahondando en
lo anterior, ¿escribes todos los días o solo cuando tienes una idea?
La idea va
tomando forma de poco en mi cabeza, luego se muda al Word de mi PC. Cada
vez que me tomo tiempo para sentarme a escribir algo potable e inverosímil
siempre sale.

Al tratarse
de cuentos breves con finales abiertos, ¿cómo sabes cuándo debes acabarlos?
Todas son
pequeñas historias que al final, con o sin intención, invitan al lector. Quiero
que tengan el libro en la mano y que algo le haga clic en la cabeza, que
piense, que reflexione, no quiero que solo sean historias sino que se interpreten
como doble mensaje.

Si un cuento
no te parece bueno, ¿lo tiras la papelera o le das una segunda oportunidad?
¡No descarto
nada! Siento pena por deshacerme de ellos. Cuando al final lees un cuento
veinte veces y te das cuenta que aún no has terminado de narrar lo que deseabas
lo guardas porque quizás en algún momento encontrás la frase exacta que te
falta y que en su momento la tenías a medias y no podías expresarla
correctamente.

¿Tienes
alguna idea sobre el cuento que vas escribir o te lanzas a escribir para ver qué sale?
Cuando decidí
hacer el nuevo libro de relatos, me mudé a una casita de campo donde no tenía
ni televisión, ni internet, solo campo raso y naturaleza viva a mi alrededor,
lo que sin dudas me sirvió para orientar mi cabeza en el libro. Cada tarde me
senté a escribir un cuento en la galería con una computadora portátil que me
prestaron. Un cuento por tarde hasta el mes de marzo.

¿Qué es lo
primero que aflora en tu cabeza? ¿Un personaje o una situación? ¿Haces un
esquema?
Primero me
viene a la mente una situación, su entorno y luego construyo el personaje que
se acople a ese escenario establecido.


La crueldad
fría que aflora en ellos es como un peaje o deuda que hay que pagar por el
hecho de vivir. ¿Estás de acuerdo?
Totalmente de
acuerdo. La vida no es gratis, sin duda de algún modo todos pactamos con luzbelito
o el ángel más hermoso creo que tiene su precio, el hecho de estar vivo implica
no llevarse nada gratis o ganárselo con bastante sacrificio, es como un canje:
vos das algo y la vida te devuelve ese algo.

¿Aceptas
consejos de tus lectores?
Sí, a veces
mis lectores me suelen escribir y decir: ¡Ay yo le hubiese agregado tal o
cual cosa al personaje!
y está bueno.

¿Alguna vez te propusiste desarrollar un estilo o dejas que salga
libremente lo que te viene a la cabeza?
Creo que mi
estilo burlón y sarcástico ya está a flor de piel en cada relato, no creo que
sea un estilo que yo haya inventado; la pólvora ya la inventaron los chinos,
simplemente mi forma de escribir parece ser así, me gusta que el lector se
divierta y que una historia para llorar se convierta en algo cómico para
amortiguar un poco, balancear, equiparar viscosidades.

¿Qué crees
que reflejan tus cuentos?

Soy muy cruel
y a veces pienso que me paso de la raya pero mi escritura es para reflexionar,
al final cada uno tiene un mensaje. Lo mío es más que un relato de ficción,
muchos de los relatos que he escrito y publicado después han sucedido en la
vida real y los he visto en noticieros y al revés. Por lo general un escritor
escribe algo que ya sucedió; esta vez pasó a la inversa: escribí el relato y
tiempo después sucede, fue una predicción escrita. Un espíritu más bien mordaz
y salvaje donde los personajes atípicos pasan a tomar el papel principal, como
en las películas, así.
Portada de «Sofocados» de Isidoro Reta Duarte